El futuro del trabajo no es un asunto lejano; ya está ocurriendo. La automatización, la digitalización y la inteligencia artificial están transformando nuestras economías a una velocidad inédita, y los países, estados y regiones que no se adapten corren el riesgo de quedarse rezagados. Durante mi gestión como Secretario de Desarrollo Económico de Campeche, entre 2015 y 2019, tuve la oportunidad de contrastar estas transformaciones a nivel internacional y reflexionar sobre cómo aterrizarlas en nuestra realidad local.
Recuerdo con claridad una reunión con Don Pierson, Secretario de Desarrollo Económico de Luisiana, en Baton Rouge, en plena crisis petrolera. Él me mostró su programa estrella: LED FastStart, considerado el mejor programa estatal de capacitación laboral en Estados Unidos. La premisa era simple y contundente: la mejor forma de competir y atraer inversiones es contar con una fuerza laboral calificada y lista para adaptarse a nuevas industrias. Mientras en Campeche lidiábamos con el colapso de Cantarell, en Luisiana se anticipaban a los cambios globales con un modelo flexible, innovador y en constante diálogo con la industria. Esa visita me dejó claro que la capacitación no puede seguir fórmulas viejas; debe responder a la velocidad del cambio tecnológico y a la demanda real de las empresas.
Otra experiencia significativa ocurrió en 2018, durante la Cumbre de Gobernadores y Premieres de Norteamérica en Arizona, donde compartí mesa con John Hickenlooper, entonces Gobernador de Colorado. La conversación giró en torno al futuro del empleo, y su mensaje fue contundente: los cursos tradicionales de reparación o artesanía ya no eran suficientes. El mundo necesitaba programadores, desarrolladores de software, especialistas en nuevas tecnologías. Citó el caso de École 42, la escuela fundada en París por Xavier Niel: abierta 24/7, sin maestros, sin costo y con una pedagogía basada en proyectos y aprendizaje entre pares. Era un modelo radical, pero eficaz, para formar a los trabajadores del futuro. Al escucharlo pensé en Campeche y en la urgencia de diversificar nuestra economía y replantear los programas de formación laboral.
En abril de 2016 tuve también la oportunidad de visitar a Ricardo Hausmann en la Universidad de Harvard. Su teoría de la complejidad económica me marcó profundamente: un país no es rico por lo que tiene, sino por lo que sabe hacer. Ese “saber-hacer” no es un concepto abstracto; se traduce en la capacidad de diversificar exportaciones, sofisticar la producción y crear empleos de calidad. Comprendí que el futuro del trabajo exige construir ecosistemas que acumulen y conecten capacidades productivas, más allá de los recursos naturales.
No todo fueron experiencias internacionales. En 2019, ya bajo la invitación del Gobernador Carlos Miguel Aysa González, asumí la dirección del ICATCAM. Aunque se trataba de una institución local, para mí fue una metáfora del desafío global: cómo traducir la narrativa del futuro del trabajo en oportunidades concretas para la gente de Campeche. Ver a jóvenes y adultos tomando clases de inglés y habilidades digitales me recordaba que, aunque los grandes conceptos se discuten en Harvard o en foros internacionales, al final todo empieza en un aula, en un taller, en un espacio de capacitación donde se abren puertas a nuevas oportunidades.
Las experiencias con Pierson en Luisiana, con Hickenlooper en Colorado, con Hausmann en Harvard y con la comunidad campechana en el ICATCAM me enseñaron algo en común: los trabajos del futuro no se improvisan, se diseñan. Y se diseñan desde la política pública, desde la cooperación internacional y desde la convicción de que invertir en la gente es la mejor política económica. El futuro del empleo no será un destino fijo, sino un camino en constante transformación, y nuestra responsabilidad es preparar a nuestras comunidades no solo para adaptarse, sino para liderar ese cambio.
Hoy más que nunca, debemos dejar de pensar en el trabajo como un oficio estático y empezar a verlo como una construcción dinámica, capaz de reinventarse en cada generación. Los empleos del mañana no se heredan; se construyen con visión, con talento y con la certeza de que el futuro se diseña desde ahora.