“Artículo de José Domingo Berzunza Espínola (Pepe Berzunza) sobre el verdadero camino del desarrollo económico: un proceso sin atajos basado en la acumulación de capacidades productivas, el emprendimiento y la productividad humana. Una visión moderna inspirada en la teoría de complejidad económica.”

En el discurso público suele hablarse del desarrollo económico como un ideal abstracto: algo que se desea, se promete o se anuncia. Sin embargo, la experiencia internacional y los marcos teóricos más avanzados —como la complejidad económica del Harvard Growth Lab— coinciden en algo fundamental: el desarrollo es un proceso, no un acto espontáneo ni un decreto gubernamental.
A partir de esta premisa, es posible desmenuzar cinco ideas clave que explican cómo realmente se construye prosperidad en las comunidades. Estas ideas forman el corazón de un modelo moderno de desarrollo, alineado a la evidencia empírica global y a la comprensión contemporánea del know-how productivo.
1. El desarrollo económico es un proceso, no un evento
El desarrollo no ocurre de un día para otro.
Es el resultado de una trayectoria:
- acumulación de conocimiento,
- construcción de infraestructura,
- creación de redes productivas,
- fortalecimiento institucional,
- innovación constante.
Este enfoque rechaza la visión simplista de que el desarrollo puede lograrse mediante una sola inversión, una reforma aislada o un ciclo de gobierno.
El desarrollo requiere continuidad, visión y acumulación progresiva.
2. No existen atajos hacia el progreso
Esta es quizá la verdad más incómoda, pero también la más poderosa:
no hay soluciones mágicas.
Ningún país ha logrado un salto productivo acelerado sin antes invertir décadas en construir capacidades técnicas, empresariales y humanas.
Los países con mayor prosperidad —Corea del Sur, Irlanda, Finlandia, Israel, entre otros— lograron avances porque:
- trabajaron consistentemente,
- apostaron por el conocimiento,
- fortalecieron su ecosistema empresarial,
- y mantuvieron políticas públicas estables durante años.
El desarrollo no se decreta: se construye.
3. La acumulación de capacidades productivas es el único camino real
Esta idea es central en la teoría de la complejidad económica.
Las capacidades productivas incluyen:
- talento especializado,
- infraestructura logística,
- proveedores locales,
- instituciones que funcionan,
- tecnología y equipamiento,
- cultura de innovación,
- redes empresariales,
- gobernanza y normas operativas.
Los países que “saben hacer más cosas y cosas más complejas” son los que prosperan.
La riqueza de una comunidad no depende de los recursos naturales ni de la suerte, sino de su capacidad para producir bienes y servicios sofisticados.
4. El emprendimiento y las empresas son la fábrica de esas capacidades
Las capacidades productivas no se forman en oficinas gubernamentales:
se construyen en empresas, talleres, cooperativas, cadenas productivas, startups y microindustrias.
Son los emprendedores quienes:
- aprenden haciendo (learning by doing),
- incorporan tecnología,
- forman trabajadores,
- introducen innovación,
- generan redes de valor,
- crean proveeduría,
- compiten y mejoran.
Cada negocio, por pequeño que parezca, es un laboratorio de capacidades.
Por eso las políticas públicas más efectivas son aquellas que multiplican la actividad empresarial, no las que la sustituyen.
5. Las capacidades colectivas hacen más productivas a las personas
La productividad individual no es un atributo aislado.
Depende del ecosistema al que pertenecen las personas.
Un trabajador con la misma educación formal puede tener niveles de productividad muy distintos según el entorno en el que se inserta.
Cuando una comunidad acumula capacidades:
- sus empresas pagan mejores salarios,
- sus trabajadores aprenden más,
- su economía se diversifica,
- y su nivel de vida mejora.
Las capacidades colectivas elevan el valor de cada individuo.
Por eso el desarrollo económico es, en última instancia, desarrollo humano.
Conclusión: el desarrollo es una construcción colectiva
El modelo descrito en estos cinco puntos refleja la evidencia global:
para que las comunidades prosperen, necesitan construir capacidades productivas a través de sus empresas y emprendedores, sin buscar atajos y entendiendo que el progreso es un camino de largo aliento.
Este enfoque coincide con la visión impulsada por centros de investigación como el Harvard Growth Lab, la experiencia de la ZHAW y la evidencia de países que transformaron su estructura productiva apostando por el conocimiento y la innovación.
El desarrollo económico no es teoría: es una brújula para orientar el futuro de las comunidades y de quienes las hacen crecer.




