Pepe Berzunza reflexiona sobre la importancia de la democracia, la transparencia y la presunción de inocencia como pilares del Estado de derecho, recordando que la justicia solo se construye con verdad, legalidad y rendición de cuentas.

Soy un demócrata convencido.
Creo en la transparencia como principio de vida y en la rendición de cuentas como base de toda gestión pública responsable.
Pero también creo, con la misma fuerza, en la presunción de inocencia como uno de los pilares más sagrados del Estado de derecho.
Vivimos tiempos donde la opinión pública a menudo se adelanta a los tribunales, y donde el juicio mediático parece sustituir al debido proceso. Sin embargo, ninguna sociedad puede llamarse justa si no respeta el derecho de cada persona a defenderse, a ser escuchada y a no ser condenada sin pruebas ni sentencia.
Ese es el fundamento mismo de nuestra Constitución y de los tratados internacionales de derechos humanos suscritos por México.
Organismos como Amnistía Internacional lo recuerdan constantemente: la justicia no se construye con linchamientos mediáticos ni con prejuicios, sino con verdad, legalidad y respeto a la dignidad humana. En un Estado democrático, los derechos no se suspenden por rumores ni por intereses políticos; se garantizan, incluso —y sobre todo— en los momentos más difíciles.
La transparencia y la rendición de cuentas son esenciales para recuperar la confianza ciudadana en las instituciones. Pero deben ir acompañadas del respeto irrestricto al debido proceso, porque la transparencia sin justicia puede convertirse en persecución, y la justicia sin transparencia pierde legitimidad.
Cuando ambas caminan juntas —transparencia y justicia—, la democracia se fortalece, el Estado de derecho se consolida y la ciudadanía puede confiar en que nadie está por encima ni por debajo de la ley.
Mi compromiso, como servidor público y como ciudadano, siempre ha sido ese: actuar con transparencia, rendir cuentas y defender el principio universal de la presunción de inocencia. Porque solo así podremos construir una sociedad verdaderamente democrática, justa y libre de miedo.
Reflexión final
Defender la presunción de inocencia no es defender la impunidad.
Es defender el derecho de todos a un juicio justo, al respeto y a la verdad.




